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Señor mío y Dios mío
Era de noche, los discípulos estaban encerrados, tristes, acobardados y bloqueados por el miedo. No tenían ni idea ni esperanza de la posible resurrección de Jesús. Él, que los conoce bien, sabe que necesitan vivir la experiencia Pascual para que ser transformados por dentro. Como siempre, el Señor toma la iniciativa: se deja ver, sale a su encuentro, vuelve a mirarles, se pone en medio y les regala su Espíritu, su luz y su fuerza. No sólo se lo regala, sino que les da la capacidad para que también comuniquen su Espíritu a los demás.
Tomás, el pesimista, no estaba presente. Conocemos su reacción tan parecida a la nuestra cuando vivimos desilusionados y queremos pruebas para no desesperar, para comprender y creer. Pero como con los demás, el Señor se encuentra con él y le devuelve la esperanza, que le lleva a confesar esas bellas palabras salidas de su corazón arrepentido, su mayor confesión de fe: “¡Señor mío y Dios mío!”
Los discípulos son invitados a comunicar el don recibido. Tú, yo, todos, estamos llamados, como no puede ser de otra manera, a contagiar también esta explosión de vida que emana de la experiencia de la Pascua.
Hna. Amelia Sánchez, JST
No está aquí, ¡ha resucitado!
Domingo de Resurrección. Jn.20, 1-9.
Es bien fácil imaginar la zozobra y el desasosiego de los amigos de Jesús ante los acontecimientos vividos. Y es fácil imaginar a aquellas mujeres, a la Magdalena, esperando impaciente regresar al sepulcro donde habían dejado a Jesús.
Aún estaba oscuro, su corazón desolado y su mente nublada… Y la tumba vacía. María se siente desorientada. Sin Jesús no es nada y los interrogantes se agolpan en torno a ella. "Se lo han llevado y no sabemos dónde lo han puesto".
Hasta entonces no habían comprendido.
Y es que, la fe en Jesús resucitado, hoy igual que entonces, no nace de forma espontánea. Para abrirnos a esta fe hemos de hacer nuestro propio recorrido, amar a Jesús con pasión y buscarlo, ¿Dónde?
No entre los muertos; no en una religión caduca, reducida al cumplimiento externo de normas; tampoco entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles; no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por tópicos.
A Jesús lo encontramos allí donde se vive según el Espíritu, donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro, buscando en nuestra relación con él nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús que enamora y seduce, que toca los corazones y contagia su libertad.
A Jesús podemos encontrarlo de muchas maneras, en cualquier parte donde nazca la vida y triunfe el amor. Claro, pero no olvidemos que para que nazca la vida y triunfe el amor, algo o alguien tiene que morir (Jn. 12, 24). Vivamos no solamente la Pascua, seamos sembradores pascuales.
Hna. Amelia Sánchez, JST.
Aclamad al Rey y Señor - Domingo de Ramos
Nos introducimos ya en la Semana Santa y lo hacemos con la celebración del Domingo de Ramos, momento donde se entrecruzan los sentimientos, alegría y dolor se dan la cara; los discípulos entran a Jerusalén proclamando a Jesús como Rey y al mismo tiempo se expresa un camino largo de sufrimiento con su pasión y muerte.
Podemos contemplar el relato desde diversas perspectivas. De entrada observamos la perspectiva del mundo y la perspectiva del Reino que hacen que cambie radicalmente la dimensión del drama.
Para la lógica del mundo, donde la grandeza se mide en términos de dinero y poder, los vencedores son las autoridades religiosas y civiles que terminan eliminando a Jesús. Para la lógica del Reino, la grandeza implica la entrega libre de sí en actos de amor solidario y es en estos donde se encuentra el sentido a la vida humana. Aquí nos queda claro que el único Hombre libre, el único capaz de amar como Dios, es Jesús.
El Jesús de la pasión está en consonancia con sus enseñanzas, es un hombre congruente, íntegro, humano y compasivo, lleno de una autoridad inusual y totalmente convencido de estar haciendo la voluntad de su Padre. Jesús vive y muere sirviendo. Con esto nos revela el misterio de un Dios cuya naturaleza profunda es el amor como entrega total de sí. Él carga nuestros sufrimientos, lleva y soporta nuestros dolores, “por sus heridas seremos curados”.
Con estas enseñanzas se nos invita a abrir el corazón para comprender a todos, porque todos traen, un dolor; nos invita a estar con Él, a aprender de Él, a no dejar solo al Amigo, a acompañarlo, a responderle con nuestra presencia, con nuestro agradecimiento y con nuestro seguimiento. Pero sobre todo, a guardar silencio ante el misterio que se nos revela, hasta que la comunicación de Dios nos permita entender y entrar en su misma lógica de amor. Hoy dejémosle hablar a ÉL.
Hna. Verónica Moya, JST.
V Domingo de Cuaresma - 21 de marzo de 2021
Con la unción en Betania y la entrada de Jesús en Jerusalén, San Juan pone de relieve el valor figurativo de unos griegos que son “temerosos de Dios”. Su acercamiento a Jesús no es mera curiosidad; expresan un deseo profundo de conocer el misterio que se esconde en aquel Hombre; estos se perderán en el transcurso del episodio, pero en definitiva anuncian la conversión de las naciones y cómo “el Hijo del Hombre” mueve su corazón para ir en su búsqueda.
José, maestro de discernimiento, aceptación y disponibilidad
La festividad de San José nos encuentra en plena celebración del año de gracia a él dedicado. La intención de estas líneas es animar a pedir su intercesión para que nos acompañe en el camino del espíritu siempre, pero, de manera especial, en este tiempo de preparación y celebración del Capítulo General. De José aprendemos la maestría en el discernimiento, la aceptación de los planes de Dios y la disponibilidad para asumir el futuro.